Es
imposible no cometer errores en nuestra labor como emprendedores o regentes de
una pequeña o mediana empresa. Es más, sin cometer errores es inviable el
aprendizaje y el progreso, así que la equivocación es necesaria en el apasionante
camino profesional que cada uno tiene por delante.
Hace
un par de años asistí a unas jornadas sobre “Certificación energética”
impartidas en el Colegio de Arquitectos de Cataluña. Durante los primeros meses
después de la aprobación del Real Decreto 235/2013, que establece la
obligatoriedad de tramitar el certificado energético de cada vivienda puesta a
alquiler o venta, reconozco sin rubor alguno que el cúmulo de jornadas a las
que asistí eran fundamentalmente un foro de preguntas, dudas e inquietudes
sobre el uso de los programas informáticos, los sistemas de trámite telemático
y los precios a ofertar. Algo así como “jornadas de autoayuda para
certificadores”. Durante un turno de preguntas, uno de los ponentes, Lluís
Morer, representante del Institut Català de l’Energia (ICAEN), manifestó que
las inspecciones en los certificados energéticos eran necesarias para
garantizar la calidad de los mismos, y al efecto iban destinadas las tasas de
11,55 euros pagadas por documento tramitado. Pero —y aquí está lo
verdaderamente importante de la manifestación—, el dirigente manifestó que “no os mortifiquéis si advertís después de
enviar a trámite el informe algún error durante el proceso de certificación
energética. Las inspecciones no castigan
ese tipo de errores totalmente humanos. Sí se penalizan las certificaciones
deliberadamente mal realizadas, con rosarios de errores no forzados. Y se nota
cuáles son”.
Por
tanto, dos años más tarde, me atrevería a realizar las siguientes
recomendaciones a los certificadores energéticos demasiado temerosos a cometer
errores, que buscan rizar el rizo con el dato y el conocimiento perfecto del
edificio:
1) No
preocuparse en no encontrar el dato exacto de algún componente de fachada,
ventana o similares. Sustituir esa carencia con la experiencia profesional y el
buen criterio.
2) Realizar
una lista personal de dificultades con las que nos hayamos encontrado durante
el proceso de certificación.
3) Preguntar
al usuario del inmueble por los datos desconocidos. Sin rubor. Cualquier aclaración
que puedan suministrar tiene valor incalculable si la cruzamos con nuestros
conocimientos y nuestra experiencia.
4) Aparte
del examen visual de los edificios de alrededor del inmueble certificado,
documentos como una ortofoto, fotografías antiguas de un blog del barrio,
grupos de Facebook o incluso las asociaciones de vecinos pueden darnos
información de primera mano que nos ofrezcan una buena retrospectiva del
edificio que estamos estudiando.
5) Cuando
hayamos acabado el informe energético y sepamos que calificación nos da,
esforzarse por subirla un punto más mediante un repaso final.
Para
acabar, comparto una cita que para mí es la cúspide de toda mi creencia
profesional: “En el ajedrez, como en la
vida, la mejor jugada es siempre la que se realiza”. (Dr. S.Tarrasch, Gran Maestro de Ajedrez)
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