domingo, 27 de diciembre de 2015

ARTÍCULO 7. Qué hacer cuando nos equivocamos como certificadores energéticos



Es imposible no cometer errores en nuestra labor como emprendedores o regentes de una pequeña o mediana empresa. Es más, sin cometer errores es inviable el aprendizaje y el progreso, así que la equivocación es necesaria en el apasionante camino profesional que cada uno tiene por delante.
Hace un par de años asistí a unas jornadas sobre “Certificación energética” impartidas en el Colegio de Arquitectos de Cataluña. Durante los primeros meses después de la aprobación del Real Decreto 235/2013, que establece la obligatoriedad de tramitar el certificado energético de cada vivienda puesta a alquiler o venta, reconozco sin rubor alguno que el cúmulo de jornadas a las que asistí eran fundamentalmente un foro de preguntas, dudas e inquietudes sobre el uso de los programas informáticos, los sistemas de trámite telemático y los precios a ofertar. Algo así como “jornadas de autoayuda para certificadores”. Durante un turno de preguntas, uno de los ponentes, Lluís Morer, representante del Institut Català de l’Energia (ICAEN), manifestó que las inspecciones en los certificados energéticos eran necesarias para garantizar la calidad de los mismos, y al efecto iban destinadas las tasas de 11,55 euros pagadas por documento tramitado. Pero —y aquí está lo verdaderamente importante de la manifestación—, el dirigente manifestó que “no os mortifiquéis si advertís después de enviar a trámite el informe algún error durante el proceso de certificación energética.  Las inspecciones no castigan ese tipo de errores totalmente humanos. Sí se penalizan las certificaciones deliberadamente mal realizadas, con rosarios de errores no forzados. Y se nota cuáles son”.
Por tanto, dos años más tarde, me atrevería a realizar las siguientes recomendaciones a los certificadores energéticos demasiado temerosos a cometer errores, que buscan rizar el rizo con el dato y el conocimiento perfecto del edificio:
1)    No preocuparse en no encontrar el dato exacto de algún componente de fachada, ventana o similares. Sustituir esa carencia con la experiencia profesional y el buen criterio.
2)    Realizar una lista personal de dificultades con las que nos hayamos encontrado durante el proceso de certificación.
3)    Preguntar al usuario del inmueble por los datos desconocidos. Sin rubor. Cualquier aclaración que puedan suministrar tiene valor incalculable si la cruzamos con nuestros conocimientos y nuestra experiencia.
4)    Aparte del examen visual de los edificios de alrededor del inmueble certificado, documentos como una ortofoto, fotografías antiguas de un blog del barrio, grupos de Facebook o incluso las asociaciones de vecinos pueden darnos información de primera mano que nos ofrezcan una buena retrospectiva del edificio que estamos estudiando.
5)    Cuando hayamos acabado el informe energético y sepamos que calificación nos da, esforzarse por subirla un punto más mediante un repaso final.
Para acabar, comparto una cita que para mí es la cúspide de toda mi creencia profesional: “En el ajedrez, como en la vida, la mejor jugada es siempre la que se realiza”. (Dr. S.Tarrasch,  Gran Maestro de Ajedrez) 

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