En la mayoría de ocasiones, realizar una visita para una certificación energética o cédula de habitabilidad requiere de un determinado tiempo de desplazamiento al piso. Pero en algunas ocasiones, nos salen encargos a escasas manzanas de distancia, con lo cual la visita adquiere ese tinte de cotidianedad que la hace tan especial.
Cuando trabajamos en nuestro barrio o en las proximidades de nuestro despacho, casi a tiro de ir a comprar el pan, aunque no sea del todo lógico, tenemos la sensación de formar parte del entramado comercial del mismo a similar nivel que la frutería, carnicería o la papelería de la esquina. Y ésa es una sensación muy curiosa y agradable.
Porque nuestro barrio no es sólo el lugar donde vivimos, sino en el que más nos involucramos.