Por
fin has decidido poner tu piso en venta para mudarte a la
localidad costera de tus sueños a mirar al sol. O por fin te has
decidido a alquilar tu piso para que tengas un activo financiero que te
rente sin esfuerzo.
Sin darte tiempo a poner un anuncio en Internet, un amigo se enamora de tu piso y se compromete a comprarlo en el acto.
Te diriges a tu agencia y te dice que necesitas la cédula de habitabilidad por el Decreto 141/2012. Desconoces lo que significan esas dos palabras y no quieres oír hablar de reglamentos. Lógico. Yo tampoco querría en tu lugar.
Estás preocupado y temeroso de no cerrar la venta tan propicia para irte al mar o dirigirte hacia tu libertad financiera. No sabes a quién recurrir.
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Sin darte tiempo a poner un anuncio en Internet, un amigo se enamora de tu piso y se compromete a comprarlo en el acto.
Te diriges a tu agencia y te dice que necesitas la cédula de habitabilidad por el Decreto 141/2012. Desconoces lo que significan esas dos palabras y no quieres oír hablar de reglamentos. Lógico. Yo tampoco querría en tu lugar.
Estás preocupado y temeroso de no cerrar la venta tan propicia para irte al mar o dirigirte hacia tu libertad financiera. No sabes a quién recurrir.
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